domingo, 24 de mayo de 2009

Si Dios fuera mujer


Ser solidarios con los pueblos indígenas









Para ser discípulo, Jesús nos dice que “se amen los unos a los otros como yo los he amado.” (Jn. 15, 12). Conocemos muy bien a esta frase. Muchas veces la ponemos en práctica en un círculo muy pequeño de nuestros amigos y conocidos. El desafío para nosotros es como poner en la práctica este amor, tanto a nivel local como a nivel nacional. El Perú es un país grande, bello y complejo. Nosotros que vivimos en Lima, a veces, pensamos que Lima es el Perú. Pero no es así.

En estas últimas semanas los pueblos indígenas amazónicos están tratando de abrir nuestros ojos frente todo lo que viene sucediendo en la selva. Los pueblos indígenas viven allá por tiempo inmemorial, cultivando la tierra, sacando lo suficiente para vivir. Ellos tienen sus propias costumbres y su forma de vivir. No les interesa sacar provecho de los recursos naturales que hay por allí. Estos recursos permanecen allí por siglos, igual como el mismo pueblo.

En agosto del año pasado, se han dado cuenta de que el Gobierno, por medio de una serie de leyes, querría expropiar y vender grandes parcelas de tierra a la gente con mucho poder económico para que exploten las riquezas minerales. El Presidente Alan García mantiene que como no vive nadie en esa zona, hay que aprovechar de los recursos naturales. Pero, en la Selva, según COFOPRI, hay 935 comunidades campesinas y 182 comunidades nativas, o sea, un montón de personas. También gran parte del agua del Perú proviene de la Selva. Además debido a la riqueza de los bosques, este sitio viene a ser el pulmón del mundo entero, proveyendo aire puro para todos nosotros. Los pueblos indígenas saben esto y siempre han cuidado el ambiente en donde viven. Han transmitido estos valores de generación en generación. Saben muy bien que la explotación irresponsable de estos recursos naturales destroza la tierra por siempre.

Por eso, desde agosto del año pasado, protestaron contra las leyes que pretenden expropiar sus tierras. Como resultado de la protesta, se nombró una comisión multipartidaria del Congreso, que concluyó su labor señalando que las leyes cuestionadas deben ser derogadas. Sin embargo, han pasado 7 meses y no pasa nada. El 9 de abril las poblaciones indígenas de la Amazonía re-iniciaron su protesta, con un paro general demandando la derogatoria de las leyes que consideran atentan contra sus derechos colectivos ancestrales. Es importante que sean escuchados y participen en las decisiones que afectan sus vidas. Es igualmente importante que nosotros expresemos nuestra solidaridad con ellos porque todo lo que pasa afecta no solo a ellos sino a todos.

Los pueblos indígenas de la Amazonía tienen toda la razón. Basta mirar lo que ha pasado con otras comunidades campesinas para darnos cuenta de que si entren las grandes compañías mineras o madereras, van a arrasar con todo lo que encuentren en su camino. Pueden convertir la selva en desierto. Esto va a tener un efecto negativo sobre el medio ambiente del mundo entero. Terrenos dañados por los mineros, petroleros o madereros no se recuperan nunca más.

Como cristianos estamos orgullosos de la valentía y la claridad de los obispos de todas las diócesis de la Amazonía. Desde el principio de este problema, ellos han mostrado su amor y solidaridad con los pueblos indígenas. Han sacado un comunicado bien claro reafirmando que los pueblos indígenas tienen toda las razón. Los obispos viven allí, conocen muy bien la realidad y saben lo que está pasando en ese lugar. Para nosotros aquí en Lima, no podemos quedar atrás. Hay que abrir los ojos, ver lo que está pasando y mostrar nuestro amor en la práctica. Hay que buscar la verdad y difundirla. Hay que estar en solidaridad y reclamar justicia para nuestros pueblos indígenas. (P. McCarthy)

¿SE APAGO UNA ESTRELLA?










La noticia me sorprendió esta mañana en ‘La República’: “Murió Benedtti, el escritor combatiente”.
Hay personas que marcan la vida de sus pueblos o sus países; hay otras a las que la historia las destina para romper fronteras. Siento que Mario Benedtti es una de ellas. Nunca podremos decir que la dictadura, la persecución, el exilio…son buenos, por supuesto. Pero en el caso de Benedetti las tres cosas nos beneficiaron a muchos.
También en su caso se cumplió lo de que “un profeta nunca es bien recibido en su tierra” y por eso le tocó cargar con sus escasas pertenencias y buscar acogida y cariño fuera de su Uruguay natal. Y así fue que Perú tuvo el honor de cobijarlo al comienzo de los 70, bajo el general Velasco Alvarado; pero llegó la orden de deportarlo y tuvo que salir. Y también le cupo ese honor a España, por mucho más tiempo y en sucesivas etapas.
Allí, en Madrid, tuve la suerte de conocerlo personalmente en 1992. Fue con motivo de las celebraciones del 5º Centenario de la llegada de Colón a América, en un Congreso de Teología. Compartí con él y un diplomático español en Centroamérica una mesa redonda exponiendo la experiencia y la huella de esos quinientos años desde distintos ángulos -el mío el de un simple misionero de a pie-. Y me impactaron fuertemente dos cosas en M. Benedetti: su clara y firme opción por los oprimidos (los del tiempo de la conquista, los de la colonia, los de ayer y los de hoy) y su sensibilidad y ternura. Hasta su fina ironía se paseaba por los dos polos. Desde entonces traté de leer muchas de sus reflexiones periodísticas y siempre descubrí presentes los dos rasgos.

Doy por supuesto que ayer, a los 88 años, murió en su ley ese hombre agudo, consecuente e inquebrantable en sus convicciones y ese niño tierno y amoroso que no podía ocultar. En su caso, no podemos decir que una estrella se ha apagado en el firmamento, sino más bien: desde ahora, día y noche, brillará su estrella en el firmamento. Mario Benedetti, gracias por tu luz y descansa de tus fatigas de trotamundos obligado.





































José Mª Rojo